martes, 21 de agosto de 2007

PLANETA DEPORTE: LA TRISTE REALIDAD DEL FUTBOL


POR SIMON KUPER
FINANCIAL TIMES
ARTICULO PUBLICADO EL MARTES 21 DE AGOSTO de 2007 EN EL DIARIO LA NACION

Quién analice lo acontecido en este verano inglés, se sorprenderá por la ineptitud de la industria del fútbol. Ahí está Leeds United, en la tercera fila, agobiado por las deudas, luego de haber sacrificado fortunas a su ambición de dominar el mundo. Y el nuevo estadio de Wembley, terminado con años de retraso y a un costo muy superior al presupuestado. Y estuvo Carlos Tévez, el jugador que parecía "pertenecer" a su representante, más que a su club. La ineptitud es tan inherente a la industria del fútbol, como el petróleo a la industria petrolera. Veamos las consecuencias.
*Muchos clubes contratan adrede un personal administrativo incompetente. Hace unos años, solicité una entrevista con el presidente de un club inglés que cotizaba en la bolsa. La secretaria de prensa me pidió que enviara un fax (tecnología de los 80 reverenciada por los clubes de fútbol). Lo envié, pero, según ella, nunca lo recibió. A pedido suyo, envié tres más a otros tantos funcionarios del club, pero ella me aseguró que ninguno había llegado a destino. Un mes después, me permitieron enviar la solicitud por correo electrónico.
*Hay miedo a los ejecutivos capacitados. Los clubes son incompetentes por decisión propia. Según me contó un profesor de una importante escuela de administración de empresas, muchos estudiantes ofrecen a compañías deportivas sus servicios gratuitos de sustitutos veraniegos. Las compañías raras veces los quieren. Si usted trabaja para un club de fútbol, su meta debe ser mantener su empleo y no ser puesto en evidencia por algún mocoso demasiado instruido. Esto obedece, en parte, a que la industria del fútbol, por tradición ligada a la clase obrera, desconfía de la educación. Emmanuel Hembert, jefe de práctica deportiva de la consultora AT Kearney, también lo atribuye a que muchos clubes están dominados por un propietario y gerente vanidoso. "Suelen tener un ego bastante grande -comenta-. Prefieren no tener personalidades fuertes a su alrededor, salvo el técnico. Pagan sueldos realmente bajos". El único club que acostumbra reclutar ejecutivos respetados, provenientes de industrias normales, es Manchester United. Algunos otros clubes grandes, como Barcelona, empiezan a imitarlo.
*La inexperiencia. Los altos ejecutivos que administran los clubes suelen ser novatos. La causa: su rápida rotación. Por lo general, cada nuevo dueño de un club trae a sus amigos.
*La manía del corto plazo. Muchos clubes son noticia todos los días; de ahí su obsesión por el corto plazo. Un ejecutivo de una gran empresa de espectáculos me relató su experiencia con Real Madrid. Tras largas negociaciones, concertaron una reunión de negocios. El día previsto, el Real despidió a su técnico. Dos funcionarios que debían asistir a la reunión, no aparecieron. "No bien contratan un jugador por 10 millones de libras, inflan sus planes comerciales hasta que revientan", dice Hembert.
*Los riesgos morales. Ningún club grande desaparece sumido en sus deudas. Jamás. Por cuantiosas que ellas sean, siempre aparecerá alguien que saque del apuro a Leeds o al Real. Por eso son derrochadores.
*Un mal manejo de los medios. Los clubes obtienen publicidad sin esfuerzo alguno y tratan a los periodistas como suplicantes, más que como vendedores (no remunerados) de su marca comercial. A menudo, los periodistas se desquitan con mezquindades. Los clubes son tontos, porque casi todos sus hinchas los siguen a través de los medios, más que concurriendo a los estadios.
*El desconocimiento de sí mismos. Los clubes raras veces comprenden qué son en realidad. Muchos se consideran empresas, pero, aparte de Manchester United, pocos tienen una rentabilidad constante. No son empresas porque existen para ganar partidos, más que para lucrar. Para ganar partidos, se necesitan buenos jugadores. Algunos dueños de clubes pagan alegremente por ellos precios excesivos. Los clubes deberían tomar por modelo a las organizaciones sin fines de lucro; por ejemplo, los museos. Desde el punto de vista financiero, su única ambición debería ser mantener una solvencia razonable.
El nuevo propietario de un club que se crea capaz de cambiar todo esto debería advertir que, antes que él, varias generaciones pensaron lo mismo.

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